Rejuvenecimiento facial

Rejuvenecimiento Facial

La búsqueda de la belleza y la lucha contra el envejecimiento son una constante en la Historia de la Humanidad. Son muchos los ejemplos que ilustran esto: Desde la Joya del Silo, un brazalete de oro de la Edad de bronce encontrado en Atapuerca, hasta las pelucas elaboradas con cabello del Norte de Europa para las mujeres del Imperio Romano. Pigmentos como la henna, el ocre, la harina de arroz o desodorantes naturales como los derivados cítricos y el incienso, son los precursores de la cosmética moderna.

Los distintos modos de “entender” la belleza corresponden en gran medida a la las diferencias y evoluciones culturales en cada época, determinadas en muchos casos por el ámbito geográfico. En China las mujeres con pies de loto, en Tailandia las anillas del cuello de la tribu Karen, en Mesoamérica las deformaciones de cráneo y en la Europa del siglo XVIII la búsqueda de un aspecto frágil y pálido, mediante la ingesta de vinagre y limón, y la ayuda de ajustados corsés, son muestras de intervenciones conscientes para cumplir un canon de belleza y conseguir distinción social.

Ahora bien, ¿es la belleza objetivable?, ¿existe alguna regla en la naturaleza que nos diga qué es lo bello? La importancia que en la actualidad tiene la estética en la sociedad ha hecho remontarse a muchos en la búsqueda de conceptos olvidados como phi. El número áureo, proporción áurea o divina proporción, representado por la letra griega Φ (fi) en honor al escultor griego Fidias, es un número irracional. Se atribuye un carácter estético a los objetos cuyas medidas guardan la proporción áurea. Estudios como los del Dr. Fechner han demostrado que la percepción de la belleza radica en la proporción áurea.

Es decir, aquello que matemáticamente más se aproxime a fi, se percibirá como más bello y perfecto. Ésta noción de belleza y perfección es aplicable a estructuras arquitectónicas, pinturas, partituras musicales, fractales y personas. A raíz de ello, se han realizado muchos experimentos para verificar si los rostros considerados más bellos se acercan más al número áureo que los del resto de la población, lo cual explicaría por qué transmiten belleza. El Dr. Stephen R. Marquardt de la Universidad de California (UCLA) utilizó el concepto de proporción áurea para la creación de una máscara de la belleza. Dicha máscara, trataba de medir las proporciones de la belleza a través de las matemáticas y resultaba útil a la hora de hacer intervenciones de cirugía facial.

Motivos culturales y evolutivos aparte, ¿qué papel juega la medicina del siglo XXI en todo esto? La OMS propone a la medicina tres tareas: tratar la enfermedad, prevenirla y promover la salud. Dentro del campo de promoción de la salud y entendiendo salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o dolencia, parece que una labor importante de los médicos de nuestro tiempo es aplicar sus conocimientos y sus técnicas a ayudar a llevar una vida larga y saludable. Debemos envejecer “mejor” por fuera y por dentro. Parece que la edad aparente, es decir, la edad que refleja nuestro rostro, es un predictor de mortalidad más importante que la propia edad biológica (los años que tenemos), según han demostrado algunos estudios.

La evolución de la ciencia nos permite tratar los estigmas de la edad gracias a dos herramientas. Por un lado, un estudio exhaustivo de la anatomía que nos permite conocer de qué manera envejecemos. El análisis de los ligamentos de retención faciales y compartimentos de grasa, nos ha llevado a entender que con la edad no se produce solo un exceso de tejidos, sino que se trata también de una pérdida de volumen. Los huesos se atrofian con la edad y los ligamentos que sujetan nuestra piel se debilitan con la consiguiente caída de los tejidos. Tratar de recuperar volúmenes y actuar sobre las arrugas de expresión, son algunos de los objetivos del rejuvenecimiento facial. Por otra parte, el desarrollo de técnicas de rejuvenecimiento mediante el empleo de productos biocompatibles y no permanentes ha revolucionado el mundo de la estética. Los más empleados son:

  • Toxina botulínica: es una neurotoxina que provoca una parálisis temporal de determinados músculos faciales. Su uso más frecuente es para el tratamiento de las arrugas de expression, como las que se producen en la frente, entrecejo y patas de gallo. Su aplicación es segura en manos expertas y provoca un aspecto relajado en el rostro. La duración de su efecto oscila entre los 4 y 6 meses.
  • Ácido hialurónico: Es un polisacárido que se encuentra de forma natural en nuestro organismo, especialmente en los cartilagos y en la piel. Su empleo mediante inyección de aguja fina, aporta volumen y consigue rellenar surcos profundos y arrugas. Se usa de manera habitual en surco nasogeniano, region malar y labios. Su efecto dura entre 10 y 12 meses.

Como conclusión, gracias a estas técnicas poco agresivas y mínimente invasivas, se proporciona a los pacientes unos resultados óptimos ajustados a su exigencia y expectativas. No sólo mejora nuestro aspecto, si no que también se minimizan los signos de la edad y todo ello sin necesidad de cirugía. Para cualquier consulta o duda se recomienda acudir a un médico especialista.